Se parece más a querer morirse a fin de evitar la sensación insoportable de darse cuenta de que uno es pequeño, débil, egoísta y de que, sin ninguna duda posible, se va a morir. Es querer tirarse por la borda.
David Foster Wallace, Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer.
Por eso yo no vine a convencer los convencidos ni a predicar a los que se sienten vencidos, yo vine a compartir con quien haya entendido que la pelea empieza por el ¿nido?
Ana Tijoux, Creo en ti, canción.
I
Siempre me he sentido atraída por los hombres de miradas tristes.
Hombres tristes.
Me atraen emocionalmente, estéticamente, amorosamente, amistosamente, sonoramente…
Es parte de la fascinación que ejerce en mí el placer del sufrimiento.
Y el goce del dolor.
A estas alturas debemos ser sinceras,
Dialogar con Bataille o con el histérico de Freud
Y decir que hay algo en el dolor, en el que me sumerjo,
Que me produce un placer distinto, algo que no he sabido encontrar en la tranquilidad.
Lugar tan común.
II.
Los hombres tristes.
Una sí elije la estructura de la cual enamorarse.
Parece poético sentirse atraída por esos
Ojos de tristeza inconmensurable,
Ojos de lejanía, de distancia.
Los que están fuera de este mundo o dentro, pero mirándolo desencantados, desde el fondo.
Dolorosos, los dolientes.
No.
III.
Una vez alguien me dijo que tenía que dejar,
Abandonar, mi complejo de superheroína.
Entonces, por primera vez me detuve a mirar atrás.
¿A quiénes quiero salvar?
A los hombres tristes.
Pero. ¿Salvarlos de qué?
IV.
¿Salvarlos de quién?
He pasado una buena parte de mi vida intentando convencer a los tristes
De que el mundo no funciona así,
La vida no funciona así,
Uno no puede simplemente despreciarlo todo,
He estado intentando encontrar una vida dentro de la muerte.
Y al final, lo admito
Son ellos quienes me han convencido, por lo menos por breves lapsos de tiempo
De que la vida sí es así, despreciarlo todo, resentirlo todo y decidir o saltas o te quedas.
Me han convencido que es más fácil sobrevivir siendo duros, fríos, disciplinados, incluso para salvar al mundo.
Yo creo que en algún momento están absolutamente convencidos de que son ellos quienes me cuidan y protegen, de que estoy perdida.
Pero soy yo quien los sostiene, los impulsa. De ahí se desprenden sus arrebatos de tristeza y locura cuando me propongo irme.
V.
Siempre se despliega la misma batalla, con los mismos tópicos
Y en el mismo terreno: mi cuerpo, mi ser.
Ninguna persona vale la pena
Hay personas que valen la pena
Luchar así no sirve de nada
Hay quienes llevan tanto tiempo luchando. Todos los días cambiamos al mundo.
Sentir así no sirve de nada. Es igual a ser poeta.
La poesía me ha mostrado cosas que nadie más puede.
La locura. Sos vos la que está al borde del precipicio, cobarde, no has tomado el paso, no has querido lanzarte, porque crees que aún puedes hacer algo por ti, por ellas, por ellos, por el mundo.
No. Sos vos en el precipicio, pibe, y yo soy quien evita tu caída.
VI.
Ellos disfrutan mucho más que yo la tristeza.
Se regocijan en el desencanto. En sentirse decepcionados.
Aman sentirse decepcionados, porque eso les permite asegurar su victoria,
Decir que tenían razón, el mundo es un lugar oscuro.
Bailan en la imposibilidad
En la crueldad
En el hermetismo.
En el despreciarlo todo, las estructuras, el sistema,
Y su solución es volverse parte de él o volverse muertos, fríos.
Quizá es eso, es una batalla por la visiones de la vida,
No me aceptan como prueba de que algo puede ser distinto
Yo no los acepto como prueba de que algo puede ser distinto.
VII.
Me han marginado y despreciado. Han puesto trabas a…
Mi poesía
La felicidad
El arte
El amor
La revolución
La diferencia.
Busco penetrar la imposibilidad. Y siempre obtengo un no.
Construimos puentes demasiado débiles.
VIII.
Siempre el mismo efecto, sentirme incompleta, insuficiente, inútil,
Sospecho de mí, de mis deseos, mis actos, mis pensamientos
Mi construcción, mi lucha.
Me vuelvo sospechosa, sumisa.
Mi enemiga.
XIX.
El túnel.
Ese que describió Sábato.
Dos personas caminan por túneles contiguos,
A ratos parece que las barreras no existen,
Que comparten un camino.
A veces hasta parece que se tocan, cuando se detienen a mirarse, a platicar
A escuchar.
Pero no.
El túnel es el reino de la imposibilidad;
La barrera nunca cae.
Llegado el momento los túneles se bifurcan definitivamente, se van.
¿Por qué seguir intentándolo?
Por fascinación, por ego, por comodidad, por amor o por todo lo anterior.
Hemos sido condenados a tener una reducida gama emocional.
A elegir una sola forma de amar
Y a que esa forma de amar sea un gran fracaso.
La aceptación del mundo, nada va a cambiar.
Elegir la misma forma de amar, nos mantiene en los túneles, incomunicados
Separados, imposibles.
Alienados.
Abatidos.
Fragmentados.
Rotos.
XX.
Yo he huido de los felices, porque relacionarme con un hombre feliz implica
Cambiar mi estrategia emocional.
Porque ya aprendí cómo relacionarme con ellos, los tristes.
Cómo quererlos y odiarlos.
Aprendí a vivir con su violencia.
Aprendí a impulsarlos.
Aprendí de mi necesidad de ser necesitada.
Y a sufrir cuando dejo de ser indispensable.
A ser derrotada.
Amar a un feliz me implicaría un esfuerzo más complejo,
Una posibilidad de construir de otra forma.
Qué cómodo nos resulta el sometimiento a las estructuras, a los lugares comunes.
XXI.
Ya los he escuchado.
Ya he aprendido.
Ya intenté.
Ya miré las estrellas.
Ya oprimí mi ternura, mis deseos.
Ya los consolé cuando lo necesitaban,
A la hora que lo necesitaban
Y como lo necesitaban.
Ya les dije lo que querían escuchar y sonrieron.
Ya les dije lo que no querían oír y gritaron.
Ya busqué dentro de su tristeza.
Encontré sus ojos,
Y me desgarré intentando revertir su dolor.
Ya los escuché despreciar mis palabras,
Mi poesía,
Mis pasos,
Mi camino,
Mis alegrías,
Mi placer,
Mi sentir.
Ya los lloré.
Ya.
Ya entendí su visión sobre la vida y la muerte, y cuando intenté explicarles la mía,
Se les cerraron los ojos. Los oídos.
XXII.
NO.
No es poético.
Mi atracción por los tristes no es poética.
Es violenta
Es una violencia que ejerzo contra mí.
Los he dejado invadir mi tristeza, someterla.
Volverla destructiva.
Yo, que tanto he dicho que la tristeza también combate,
Construye.
XXIII.
Los tristes escuchan de a ratos.
No duermen.
No paran.
No distinguen las diferencias.
No abrazan.
No miran.
No tocan.
No luchan.
Resisten, ellos resisten, analizan, critican, reconocen.
Pero no luchan.
He huido de los hombres felices,
Aquellos que me han recitados versos sin tristeza,
Aquellos que me han mostrado la felicidad combativa.
Aquellos que me han mirado.
Aquellos quienes no se regocijan en la soledad o el abandono o en la mugre del mundo
Ellos están tristes; ellos luchan.
Ellos no me lastiman,
No me hieren,
No me detienen, no me inmovilizan ni me roban las palabras,
Ellos escriben versos de rebeldía en los vasos de café donde yo escribo versos de dolor.
Ellos no están perdidos,
No me piden salvarlos.
¿Y yo?
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