Nadie dijo que vender nuestras cuerpas en Tlalpan, hacer pedagogía, investigar, perseguir, dejarnos perseguir por los rincones del arte-marginado y escribir con la metralleta fuera fácil, por eso nuestra labia fusil ha estado un poco ausente. Pero...
Uñas Rojas la Metralleta se complace en presentar a esta pescadora incansable de
desilusiones. Estudió actuación teatral (ahí se hizo mundialmente famosa como
la tarántula negra) en Chile. Esta escritora, actriz, investigadora y directora
teatral chilena, reside en México desde hace 8 años. Oficialmente se cuenta que pertenece
a esa generación de nuevos exiliados por el sistema educacional de ese país sureño,
como no estuvo dispuesta a vender uno de sus pulmones (ya que lo necesitaba para
seguir fumando) para pagar sus estudios de posgrado se vino acá, aquí, la
verdad creemos que vino huyendo de la gran crisis que afectó al vino
en caja tetrapack. Lo que no se sabe es que esta
gata bajo la lluvia vivió en México
un largo periodo cuando era pequeña. Cuando el terror de Estado era política
oficial y no extra, como hoy. Se rumorea en cada tienda de barrio que para
superar sus múltiples fracturas, emocionales por supuesto, se la ha visto ensayar por Tlalpan en una
banda de cumbia sicodélica llamada “Valentina Conde y la Santa Voluntad”.
Algunas de sus obras teatrales montadas en Chile fueron: “Tanto sabor a sangre” (2004) y la revelación del humor caustico “Sopa de cebolla” (2005); y en México “Ángeles o de cómo se originó la tormenta en el vaso de agua” (2012), o “Dónde van a morir los pájaros” (2014), y atentxs a “La medallita” (2015).En esta pequeña selección de escritos veremos la sutil devastación
de su desencanto, en donde se deja entrever un profundo amor por la
cotidianidad, teñida por una melancolía de algo que no sabemos si reconoce en
el recuerdo o es un pequeño hálito de posibilidad (que nos perdone Javiera por
la licencia de optimismo).
Una mujer
Vi pasar una mujer por la calle, desde la
ventana la vi. Atravesaba el frío, cortaba con todo su cuerpo la neblina y el
hielo suspendido en el aire, pero a paso lento, con la resignación de quien
sabe que va camino a casa. Le rogué que fuera mas lento, le supliqué que su
caminar fuera tan lento que la hiciera parecer quieta. No quería perderla,
quería que siguiera allí hasta que yo terminara mi café, hasta que pudiera
inventarle algo, una identidad al menos, distinta a la mía, una edad distinta a
la mía, una nacionalidad y una profesión, por lo menos un nombre.
Pero la trayectoria fue corta, paso por
paso me amenazó con irse para siempre. Solo dos sorbos de la taza, solo dos
aspiradas de mi cigarro. Y sin oírme, sin hacer caso a mi desesperación, sin
atender a mi deseo silencioso, despareció al fin, y mis ojos, los mios, tomaron
esa forma de melancolía, un poco hacia abajo, un poco hacia la nada …
Después de la decepción vino una y otra
inhalación, luego la pausa en la respiración, el suspenso que anticipa el
pensamiento y entonces la alegría; di un último sorbo a la taza fría, al café
ya frío, y me alegré por completo: que triste habría sido haberla conocido,
haberla amado, haberla inventado, haberla construido, distinta, tan distinta a
mi, tan de otra edad, tan de otro país, que triste habría sido amarla y verla
partir.
no hay olvido
Salió de la casa
rosa de enfrente, en bata y pantuflas, al sentir el aire frío de la calle se
cerró la bata sobra el cuerpo y cruzó los brazos sobre su cintura, casi no
levantó la vista, pero pude ver sus ojos a lo lejos, apenitas los vi y en ellos
la mirada imposible, la necesidad imposible, la obstinación imposible entre
olvido y el para siempre.
¡Maldito
esfuerzo, de levantarse todos los días y tener algo nuevo que olvidar, que
cansancio de la mente, que a penas se recupera de soñar a su pesar, de soñarlo
todo, de soñar más que vivir.
La contradicción
mas absoluta es que el olvido se valga de la memoria para ponerse en marcha,
para aceptarlo como un proyecto y como un posible- pensé-. Primero debe, la
pobre mujer de la bata, rememorar las razones de la necesidad de olvido,
remover ahí, directo en la herida, darle vueltas obstinadas e iniciar el
borramiento.
Proceso maldito
en que se deben contar los pasos al caminar, tararear en la cabeza viejas
canciones, aventurarse en los bares, entre las piernas de algún amable
desconocido; proceso en el que se debe hacer el rastreo y luego la rasa total
de objetos reconocibles, para que la dehabitación del espacio se traduzca en la
deshabitación del otro ser humano, la expulsión del otro individuo, la
bienvenida del silencio y del vacío de la habitación.
Todo los días hay
algo que olvidar, y se olvida tan despacito, tan en voz baja, con la cabeza hacia
abajo, tan derrotado se olvida; e ilusos tenemos FE en que es posible; porque
el homicidio está penado, porque no se pueden tomar las tijeras para cortar el
pasto y salir a cortar cabezas, empezando por la propia, que agrede y
bombardea, que no deja espacio ni en el desayuno, la maldita cabeza que manda
cosas para adentro, hasta el estomago y produce nauseas y desciende el peso.
La maldita cabeza
que ordena a los oídos grandes dosis de Billie Holiday y Bola de nieve, la
maldita cabeza que manda a llover afuera de su ventana, la maldita maldita
cabeza que está en contra de ella y su bata, la maldita cabeza que no la deja
levantar la mirada y encontrarme tras este vidrio sucio, con mi propia bata
acuestas, con mis propios huesos encerrados bajo el algodón.
Y afuera tanto silencio
Hay algo que
necesito decir
pero no estoy
diciendo nada
hablo hacia
adentro
solo yo escucho
lo que hablo
a menos que
alguien viviera dentro de mí, y dentro de mí han vivido tantos que ya se han
ido, pero supongo que sí queda una marca, siquiera una silueta, como la que
dejan los cuadros sobre las paredes de las casas que han sido deshabitadas, si
quedara solo una marca de alguien que pudiera escuchar esto que estoy diciendo
o lo que necesito decir y no digo ¿querría escuchar o no?
La marca que
puede haber dejado alguien ¿tiene o no tiene identidad? ¿Puedo reconocer quien
estuvo ahí colgado de mi, por dentro, viviendo ahí dentro? ¿O es que adentro
las gentes ya no son gentes? Y no hay nombres ni apellidos?
Y es que afuera
todo está nombrado, todo delimitado, todo perceptible, afuera se habla con
sonidos que salen de la boca. Pero adentro...adentro es una casa vieja,
deshabitada, hecha de las ausencias de las cosas, adentro es una casa sin
cosas, sin objetos que nombrar, solo se puede intuir lo que falta.
Y yo tengo algo
que decirle a este silencio, porque voy olvidando despacito, pero olvido al fin
y al cabo, y el adentro se va haciendo grande, grande el vacío de la casa, y lo
de afuera, que miro desde mi ventana es tan pequeño como alcanza la vista.
Algo se tragó la
ciudad, alguien cuyo nombre no recuerdo se la llevó a vivir a otro sitio, y yo
necesito decir algo.
Que venga un
pájaro y resuelva este silencio.
Cuando volvimos del paraíso
Te miro la espalda curva
mientras caminas esquivando los
coches,
con la cabeza baja,
recogida hacia el centro de tu vientre
primero vino el hombre,
después la desgracia.
-Eva solo un bocado para el paladar
divino-
después vino mirarse los intestinos,
mirarse las vísceras
contarse las venas
uno
dos
tres
cuatrocientas.
lo feo fue que volviera a casa
sin flores en las manos,
sin sonreirle a nada,
con el puño derecho apretado.
Una vez en la habitación
se sacó los zapatos y volaron
fantasmas,
-se arrancó la ropa en señal de
desdicha-
después la desgracia,
el paladar divino que retorna,
la destrucción del hombre
para el advenimiento de la tristeza.
primero fue Eva
caminando entre los coches
sonriéndole a todo,
fueron sus vísceras
su corazón sus venas
su paraíso de carne y hueso
su belleza de muchacha
hacia el centro de su vientre
extinguida por fin
en su imaginación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario