miércoles, 16 de septiembre de 2015

PUEDO ESCRIBIR LOS VERSOS MÁS DESOLADOS ESTA NOCHE: ESCRIBIR, POR EJEMPLO, A VECES TAMBIÉN HAY QUE DEFENDERSE DE LOS COMPAS…




A Roque
A las solas en la sierra



Puedo escribir los versos más alegres esta noche.
Escribir por ejemplo:
Veré arder tu grasa lujosainmunda 
Con un fuego histórico
Como nuestra rabia
Como nuestras hambres
Y tú y tu grasa inmunda harán arder todo lo tuyo y a los tuyos…
Y pienso en cosas más hermosas aún,
Como la masificación del odio de clase
Y el resentimiento…
Así de hermoso e inspirador me he imaginado al mundo por estos días
Solo para decir, real y profundamente, que…

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Como por ejemplo:
Tengo un grupo en el que confío,
Tengo un grupo de compas en el que me diluyo y me hago uno
Tengo un grupo en el que…
Un momento
¿eso lo dijo Roque Dalton, no?
¿o Allende solo en la moneda con su fusil el 11 de septiembre del 73?

Sí.
Definitivamente los más tristes esta noche.


Puedo escribir los versos más inconmensurables esta noche,
Escribir, por ejemplo, que la noche más oscura también puede estar en nuestra propia sierra,
Esa a donde vas con los compas
Y esa que te abandona, o donde te abandonas, cuando ellos te abandonan
Y entre tanto abandono una ya no sabe si tiene que huir
¿huir?, ¿a dónde? , ¿y los compas?
Pues son ellos de quienes hay que huir
Huir.



Solo quiero regalarnos-le un pequeño epílogo[1] a nuestra relación y un abrílogo[2] a nuestra historia, compañero:
¿se acuerda de aquel pasa(n)do de nuestra historia, ese que hablaba sobre la radicalización y la exclusión?
No?
No se acuerda?
¿Me recuerda?
Bueno, la Gilman se lo puede explicar, 
Yo quiero hacérselo sentir.
La radicalización la hicimos juntas, compañero, 
Cuando las víboras se hicieron ojo y dictamen universitario y nosotras fuimos, dimos cara y cuerpo, juntas compañero.
Se supone que la radicalización más obvia la descubrimos leyendo a Marx.
Pero pa’ mí fue cuando yo y mi cuerpo rosa-quebranto le dimos un abrazo interminable y usted compañero hizo de la incomodidad un abrazo de vuelta
Y unas alas
Y unas caminatas
Y unos fernets
Y juntas volamos y eso no lo olvido compañero.

No lo olvido mientras escribo los versos más atroces esta  noche,
Escribo y no es ejemplo, que a Roque Dalton lo asesinaron sus compañeros,
Por fallido, decían
Aunque Lil le insistiera en irse, y él insistiera en quedarse
Porque en los compañeros hay que confiar ¿no?
Pero ya lo sabemos “a los locos no nos quedan bien los nombres”
Y en la noche obscura del fusilamiento, cuando las ideas son poco claras
Y los planes precisos
Nos fusilan, sí, los compañeros,
Nos fusilan el llanto y se olvidan de nuestros nombres
Nos matan enterita la “sensiblería”,
El llanto… el llanto
Nos fusilan el grupo
El corazón por blando
Nos fusilan con palabras y sus silencios mortales,
Nos fusilan cuando excluyen porque
Somos fallidas, dicen, fallidas
Y no hay metáfora que escape a la soledad  profunda
Del no estar casi en ninguna parte
Entonces ¿la exclusión?…



Y la exclusión compañero, ¡ay!
No sé si fue con los disparos venenosos 
O cuando el ataque a nuestra feminidad de hembra
O cuando el ataque a nuestra feminidad de hombre
O cuando el ruido de nuestras alas en la cabeza no nos permitieron escuchar su defensa ante el ataque a nuestros colibríes-plantitas y llorones seres, compañero.
y usté sentado calladito en la banqueta del frente compañero, no en la sierra.
O quizá empezó cuando comenzaron a hablar en clave de su cielo roji-negro compañero.
Quizá empezó cuando se juntó en la sierra, al lado del metro, con las y los revolucionarios, 
Mientras nosotras nos lamíamos las alas pa’ curarnos el corazoncito y la cabeza, porque no entendíamos nada compañero.
¿Sabía usted compañerito que el peor asesino de un pajarito revolucionario es el desprecio?
Sí. Mucho más que el tirano opresor.


Puedo escribir los versos más estrictos esta noche
Escribir que  las estrategias disciplinatorias se imponen sobre las indefensas
Para no llorar, no reír, no denunciar, no gritar y no alzar la voz
Que hay que callarse, dice el compañero,  que hay que callarse las lágrimas
Si se quiere entrar en los parámetros de su revolución.
Mi primer enemigo, sí, mi primer enemigo: mi fascista interior.

Puedo escribir, querido Roque, los versos más intermitentes esta noche
Como sus luces, las de aquel a quien ya no sé si llamar compañero,
Ese que llega algunas noches y se va en cuanto le hablo de la poesía y los problemas
Y las charlas se cortan, porque su presencia es imaginaria
De otro tiempo, quizá, pero imaginaria
Y ya sabe usted, que en esta noche, en este mundo
El compañero vuelve y una está, acá, esperando
Y el compañero se va y una está, acá, esperando
A la espera del fusilamiento por distancia,
Porque no te importa, no le importa, ¿qué importa?
Puedo escribir los versos más ajenos esta noche
Escribir por ejemplo
Que usted puede olvidarse de mí
Dos o tres semanas
Y volver, porque y eso lo sabe,
Yo siempre estoy aquí.


Lo que pasa con la distancia, es que no se ve
Lo que pasa con la fractura, es que no se ve
Lo que pasa con la herida, es que no se ve
Y de esta conspiración de invisibilidades
Nadie se salva
si no curamos sin palabras
nadie se salva
Si nos curamos a puro baile
Nadie se salva
Qué oscuridad la de esta noche
En la que puedo escribir los versos más bailables
Y decir, que las caderas y el ritmo
No borran nada, si seguimos tan rotas
Y usted sigue tan necio
Y nosotras seguimos tan necias
Y en la noche de los necios nadie está a salvo
De sentirse enemigo,
Aunque el enemigo se ría mientras nos fragmentamos,
Aunque le hagamos el juego al enemigo mientras nos fragmentamos
Qué atadura la nuestra, compañero
La de mi sensiblería y sus ojos tan ciegos. 

Puedo escribir los versos más húmedos esta noche
Escribir por ejemplo, este cuerpo húmedo es mío
Defiendo la humedad de mi entrepierna
Y su derecho a humedecerse cuando quiera, no cuando usted, compañero, mande
No me diga que también va imponer reglas sobre mi humedad o sobre mi no-humedad

Puedo escribir los versos más ateos esta noche
Escribir por ejemplo, que yo le dejo a su dios
Ese que nos puso una manzana en el camino
Que nosotras comimos por todas nuestras cavidades.
Ese diosecito que cree que puede ir por la vida poniendo “pruebas”
Como usted compañero que quiso ponerme “un palito” en el camino
Y yo lo pisé, y lo invité una cerveza, y bailamos, y nos reímos, y… tanto compa, tanto.
Que yo me quedo con el palito y le dejo a su dios,
Yo lo cambio por mi rojo fusilabia,
A mi él ya no me sirve.

A nosotras, aparte, en la otra otra sierra también se nos ocurrió algo compañero
Y es ke nos abrimos.
Y es ke nos abrimos y haremos estallar otros frentes de lucha compañero.
Mis letras, mis vaginas, nuestros juegos y lágrimas compañero.


Puedo reescribir los versos  más audaces esta noche
Como los de Dalton, que como yosotras, ama la vida y al pan y a la poesía
Que, como yosotras, cree que el mundo es bello, pero atroz 
Cree que la poesía es como el pan, de todos. 
Y que mis/sus/nuestras  venas no terminan en mí/nosotras
 sino en la sangre unánime de los/las que luchan por la vida, el amor, las cosas, 
el paisaje y el pan, la poesía de todos
Y a usted compañero ¿por qué le cuesta tanto creer en nuestra poesía, si también es poeta cuando lucha y habla de historia, de filosofía o economía?
Y a usted  compañero ¿por qué le cuesta tanto ver mis pájaros si también lucha por huir de la jaula?
Y usted compañero ¿por qué insiste en la dinámica del silencio y la exclusión, si también ha sido callado y excluido?
Yo lo que le pido es que no me corte las alas, ni el llanto, ni la poesía, ni la denuncia de quienes nos lastiman, de quienes lo lastiman
Aunque sean compañeros.

Foto: Diego Figueroa

[1] Dícese, compañero, de la parte final de algún escrito en el que se da el putazo, el colapso, el desenlace de alguna acción aletargada en el tiempo o a un suceso que tiene que ver con la acción principal o es plena consecuencia de ella.
[2] Dícese, compañero, de la invitación que genera la ruptura, el putazo o el desenlace de aquella acción.